En complicidad con la noche

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Prólogo

 

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Noche de Bocas

 

A la noche

 

Solo conjeturas

Cuánto más necio me percibo, si luego de haber juzgado con desagrado concibo que estaba equivocado.

Tanto nos empecinamos, en la razón poseer que por tontos desestimamos lo que nos contradice, aprender.

Soy ruinas del ayer y esperanza del mañana. No siempre ha de perder quien en crecer se afana.

Tarde logré comprender que el pasado es inevitable y del mismo modo aprender que el futuro es impredecible.

No permitas

No permitas,

que mi debilidad te roce,

que mi temor te espante,

que mi indecisión te turbe,

que mi quietud te pese.

 

No permitas,

que mi religión te rija,

que mi razón te aconseje,

que mi comprensión te exija,

que mi apreciación te acompleje.

 

No permitas,

que mi ilusión te obligue,

que mi rebeldía te aprisione,

que mi ambición te abrigue,

que mi filosofía te apasione.

 

No permitas,

que mi parecer y proceder,

prevalezca de algún modo,

al constituir el todo

que sólo tú puedes ser.

Razón

A Jorge:

 

Si la razón se adueñara de mí,

resignaría el derecho a equivocarme,

no valoraría lo que perdí y estático,

nada podría cambiarme.

 

Quizás sería un ser sin objeciones,

sin atentados, ni revoluciones,

sin sobresaltos, ni reflexiones,

y acaso también sin ilusiones.

 

Qué sinrazón, es esta razón,

que nos empecina en poseerla

y si nos la ofrecieran en total dimensión,

no querríamos sostenerla.

 

Al menos una verdad le cabe

a quien coordine actos e intenciones.

Sabio no ha de ser sólo quien sabe,

sino el que vive sin contradicciones.

Vengo por ir

I

Vengo la senda andando,

en pos de forjar mi destino

y en ambas veras del camino,

vivencias voy dejando.


Derramando en cada intención,

el alma en jirones,

llevo maletas de ilusiones

y predispuesto el corazón.


Del manantial de la vida he bebido

de amores y rencores,

de alegrías y sinsabores

y he quedado de rodillas pero no abatido.


Agradezco a Dios la suerte,

de no hallarme desaparecido,

de no llevar a Malvinas mi muerte,

porque quiero cantarle al presente,

pero no desde el olvido.


II

Vengo trajinando mi derrotero,

tratando de esculpir el verso,

por ser descriptivo y sincero,

para nombrar lo positivo y adverso.


Conozco de sufrir y de regocijos,

el escribir me apasiona,

se enorgullece la neurona

cuando lo haga para mis hijos.


No obstante con claridad percibo,

que mi ser no desdeña,

la soledad de María... la catamarqueña

y por ella también escribo.


III

Vengo recorriendo el sendero,

a veces seguro, otras indeciso,

camino porque es preciso,

más no me afana llegar primero.


Batallo con mi propia hipocresía,

no es mi marchar como quisiera recto,

a ello adujo mi hipocondría,

pues soy humano, no perfecto.


Y si es por escoger prefiero,

en movimiento fracasar,

a lograr merced al azar,

aquello que pregono y quiero.


IV

Vengo, y por seguir me esmero

y quiero mi paso comprometido,

me exijo ser entero,

pues he de valer más que dividido.


Y acepto el desafió de insistir,

en la lucha cotidiana y responsable,

aunque a veces me parezca indescifrable

el misterio de vivir.


Y por vivir comprendo.

Vivir... sintiendo.

Vivir... creyendo.

Vivir... creciendo.

Vivir... amando.

Vivir... soñando.

Vivir... viviendo.

Poesía

Poesía... es tu cuerpo en desnudez,
el celestial blanco de tus senos,
la profundidad de unos ojos serenos,
y de tus besos, mi mágica embriaguez.

Poesía... es el mar majestuoso,
la furia al romper de las olas,
el enigmático sonido de las caracolas
y la soledad del abismo tenebroso.

Es el hombro fatigado del obrero,
la resignación por su magro jornal,
el hostigamiento del alba invernal
y el sudor infernal de febrero.

Poesía... es trigo, pan, siembra y vino,
es frescura, verdor, resonancia,
estupor, hastío, amor y fragancia,
es plumaje, ave, vuelo y trino.

Es la moribunda luz del ocaso,
la sensual copulación del planeta y la estrella,
la percepción de la noche más bella,
y del día el último fracaso.

Poesía... es madre que alimenta,
es la dulce vigilia temerosa,
la inagotable ternura majestuosa,
es sublime palabra que alienta.

Es relámpago, trueno y viento,
hierba, insecto, constelación,
máquina, sexo y creación
y todos los astros del firmamento.

Poesía... es voz de padre que aconseja
de los principios la férrea convicción,
la verdadera justicia en cada acción,
es mirada férrea, segura y perpleja.

Es profeta, cura y misa,
lluvia, pantano, cementerio,
lujuria, pecado, adulterio,
angustia, fidelidad y risa.

Poesía... es inocencia de niñez,
el indeciso amor de adolescencia,
de la madurez la mesurada experiencia
y la sabiduría plena de la vejez.

Es sismo, guerra, tempestad,
proyectil, sangre, desolación,
es llanto, tiniebla, desnutrición,
peste, espanto y fatalidad.

Poesía... es el tibio amanecer,
el lento florecer de la claridad,
es el último hálito de oscuridad
y esperanza que vuelve a crecer.

Es juez, rey y enfermero,
presidente, maestro, doctor,
sicario, ladrón, represor,
es militar, civil y estanciero.

Poesía... es la divina concepción del hijo,
el renovado milagro del nacimiento,
de cada esfuerzo el argumento
y la gracia con que Dios nos bendijo.

Es la libertad, el animal, la espada,
lo concreto, lo vivo, lo real,
lo abstracto, lo inerte, lo espiritual,
es el todo y la nada.

Poesía... es Neruda, Borges, Lugones,
Tagore, Lorca, Carlino, Pedroni,
Darío, Machado, Benedetti y Storni,
o de cualquier hombre sus simples expresiones.

Poesía... es el preciso instante,
en que la inspiración se apodera de la mente.
Es entonces... frase inteligente.
O quizás... tan solo, un sueño delirante.

Puede acaso el mundo sucumbir,
mientras quede de pensamiento un ser dotado
todo es factible de ser creado
y por tal, la poesía, siempre ha de existir.

Levántate

Levántate hijo mío,
que tienes un serio cornpromiso
y me niego a otorgarte permiso
para otra cuestión.


Debes hacerlo, porque es preciso
y no he de aceptar discusión.


Levántate y despójate de la pereza,
abandona tu almohada
y sin pensar en nada,
cumple con tu promesa.


Abre al día tus ojos,
evita así mis enojos,
y lléname de satisfacción,
que a esta obligación
no puedes faltar,
levántate, que debes... jugar.

A mi muerte

Habitante fiel de cada segundo,
silente compañera inseparable,
se posterna ante tí el mundo
y eres en cada labio innombrable.

Tenaz asesora del misterio,
ante tí todo se confunde,
desde la sepulcral paz del cementerio
al loco bullicio de la urbe.

Macabra obrera del sentimiento,
transgresora sutil de las edades,
para tí es vano el argumento
pues no inspiras vanidades.

Postrero peldaño de la cima
que nadie aspira a escalar,
por amparo de tu enigma
galardón que no se ha de preciar.

Realidad que al deseo limitas
e instigas ansioso a concretar
pues por circunstancias fortuitas
puede tu designio cegar.

Sin embargo yo te nombro,
más nada de tí me atemoriza,
puedes ser de mi cuerpo escombro
pero para mi alma, pacífica brisa.

La mejor amante que he tenido
impertérrita me has de esperar,
no me acusas por lo vivido
y nunca me has de abandonar.

Agradezco a Dios la suerte
de poseerte como bien intransferible,
pues tú y yo somos indivisibles
y por siempre serás mi muerte.

El señor

Tu estampa que se cree viril
posee entrañas de represor,
tiene un dejo gentil
y alma de dictador.

Por siempre Dios mediante
se te concederá la razón,
sino mengua quien te aguante
la soberbia del bribón.

Te faculta tu condición
a cuestionar cuanto suceda,
si tu jefe de ocasión
no se muda de vereda.

Exenta de culpas tu espalda,
libre te nombras de pecado,
un decreto te respalda
y hoy caminas a mi lado.

Cada jueves se inmolan pañuelos
de lágrimas enjugados,
ya son lamentos abuelos
de sueños por tí cegados.

Redime su piel el reptil,
más dudo que a ello accedas,
desmentiste la verdad con el fusil
por saciar a un Dios de monedas.

A mi tierra

Es la tierra que me vió nacer,

Llanura con pecas de monte,

Linda al Este con el amanecer

Y al Oeste con el horizonte.

 

En mi terruño prodigioso

Crece el maíz al sol,

Florece vigoroso el girasol

Y es en espigas de trigo generoso.

 

Donde flameaba celeste el lino,

Cuando eran escasos los tractores

Y el poeta Carlos Carlino

Le canta a los labradores.

 

Es mi fértil bergel

Adornado por anémonas y begonias

Rosas, lirios y marimonias,

El jacinto y el clavel.

 

Es de un verde espesura

De paraísos, fresnos y sauces,

Acacias, plátanos y robles

Y de Gustavo Cochet la pintura.

Aquí, la creación parece esmerada,

Como escaparte a la naturaleza,

Es en este despliegue de belleza,

Donde se alza mi humilde morada.

Despedida

No me pidas que te bese de partida

Porque de ansias será carente el beso,

Al escoger prefiero cual despedida,

Que conserves uno por si regreso.

Anoche

Anoche te amaba como antes

Y sospecho que tú lo sabes

Más no dudo que conmigo concuerdes,

Que por haber ayer, existe el después.

Déjame... mirame

Déjame… mirarme,

En tu rostro inocente,

En tus ojos diurnos,

En tus labios sinceros.

 

Déjame… mirarme,

En tus alegrías,

En tus éxitos

Y en tus miedos.

 

Déjame… mirarme, en ti

Que si acaso lograra hallarme

Ostentaría con alarde

La dicha de saberme padre.

Abuelo

Más que sentencia de calendario

Es un ascenso del vivir,

Un nuevo camino a seguir,

Y de su amor el corolario.

 

Renacer en caricias de algodón,

Cariñoso reencuentro de pañales,

Y en los tonos de una vieja canción

Suaves arrullos angelicales.

 

Cabalgar de rodillas cansadas

O cómplice mirada de ternura,

Asintiendo a alguna travesura

Para derivar en carcajadas.

 

Hacedor de juguetes esenciales

Con el caballo de madera,

El columpio de la higuera

Y el karting con rulemanes.

 

No ha de hallar la manera,

Para que con la precoz gambeta,

No lo sueñe con la camiseta

Y jugando en primera.

 

Resucitará el viejo anzuelo

Para una tarde de pesca,

Porque aunque no le parezca,

Ha llegado hasta abuelo.

Despierta... madre

Despierta madre... ¡Despierta!
Que juegan los niños afuera
y junto a ellos quisiera
hacer la ronda de la siesta.

Despierta madre... ¡Por favor!
Que hoy llega la primavera
y por más que arda la hoguera
siempre, habrá una flor.

Despierta madre... ¡Te lo ruego!
Que necesito en tus ojos mirarme
y que vuelvas a acariciarme
para juntos... reír luego.

Despierta que la soledad me aterra,
ya cae la noche con su velo,
hay relámpagos en el cielo
y crueles llantos de guerra.

Madre... no veo la estrella
la de tus canciones de cuna,
ni los sueños que colgamos de ella
y tampoco veo la luna.

Madre, no hay hadas en este cuento,
ni galopan caballos alados,
ni los cabalgan príncipes encantados,
todo es tristeza y lamento.

Madre despierta... ¿O has muerto?
Sus misiles no pueden dañarme,
¿acaso tú no me enseñaste
que la vida es ser bueno y honesto?

Mejor madre... descansa...
que no abrigan ya los hombres,
ni ilusiones, ni esperanzas,
son los seres... más pobres.

Y ya no quiero estar despierto,
quiero dormir a tu lado,
junto a tí abrazado
en la paz de los muertos.

A mi libreta

En que recóndito rincón

yacerá hoy olvidada,

con certeza ya ajada,

quizás en un viejo cajón.

 

Donde estará mi libreta

De espiral y tapas amarillas,

En la que con frases sencillas

Soñaba con ser poeta.

 

En sus pequeños renglones

Con verbos llenos de temor,

Describí mi primer amor

Y algunas otras ilusiones.

 

Recuerdo que me avergonzabas

Por eso siempre escondida,

Fue mi portafolios tu guarida

Por los secretos que guardabas.

 

Hoy que te recuerdo con ternura,

Me temo que tu destino fuera

Sustento de alguna hoguera

O simple viaje a la basura.

 

Dónde estará mi libreta

De espiral y tapas amarillas,

En la que con frases sencillas

Soñaba con ser poeta.

Calla

Calla…

Que sólo los silencios

Se atreven a soñar,

Que sólo la quietud

Transgrede la monotonía.

 

Calla…

Para poder escucharte,

Pues tu ser reclama

Un oído predispuesto

Que por cercano es desoído.

 

Calla…

Que al callar has soñado,

Y por soñar has vivido,

Y por vivir has imaginado

Lo que jamás ha existido.

 

Aunque muy cerca de la nada,

Es más, que lo vulgar y conocido.

Fracaso

Me cuesta asistir,

A mi propio fracaso,

Cuando carece mi pulso de trazo

Y no atino a escribir.


Cuán profunda soledad,

La del papel vacío,

No halla mi alma claridad

Cual encallada en el hastío.


Me es esquiva la musa,

¿por dónde transitará mi mente?,

Quizás en un mundo diferente

O hilvanando alguna excusa


Se asemeja a sentencia macabra,

Como cuando pierde la fe el profeta,

O le es renuente la palabra

Al que se aventura poeta.


Acaso resulte perverso,

Más dudo en este instante,

Que no por perseverante

Podré concebir un verso.

La lluvia simple

Grisáceo plomizo se tornó el cielo,

De repente el espacio amplio de la visión

Se limita por un techo, arriba es imaginación,

Abajo las aves en desesperado vuelo.

 

Silencio… de hombres expectantes,

En truenos develan las nubes su secreto,

Encendido en relámpagos el firmamento,

La naturaleza domina cada instante.

 

Entonces… llueve simplemente,

Atrás queda lo impredecible,

Es ahora fenómeno tangible

Y cada especie gobierna nuevamente.

 

Murmuran alegres los tejados

Con su música jamás imitada,

Parece la hembra más enamorada

Instigando amores inigualados.

 

Bajo paraguas se oculta la gente,

Se vuelve presuroso su trajinar,

No entiendo, por qué quieren escapar,

Si ahora llueve simplemente.

 

Carencias acentuadas en goteras,

Infalibles delatoras de la pobreza,

Arrullo suave para la riqueza

En ventanales de lustrosas maderas.

 

Poco a poco te empiezas a extinguir

Menguando gradualmente tus legiones,

Se percibe en el canto de los gorriones

Que de las galerías comienzan a surgir.

 

Esparciendo a tu paso la bendición,

Regalando la vida en gotas,

Saben todos que no te agotas

Y te espera mañana otra región.

 

Corren los niños alborotados.

¿Cuál de todos llegará primero?

A concretar sus sueños de marinero

En los nuevos mares estancados.

 

Nos recuerda el arco imponente

Que por expresa petición divina,

Antes fuiste asesina,

Y con Noé absuelta eternamente.

 

Aunque eres en mi morada gotera,

Yo adoro tu mansa frescura,

Cómplice instigadora de mi locura

Y en horas tristes mi fiel compañera.

Ojos de niño

Derramó la luna en sus ojos
los más soberbios destellos,
ocultando pequeños despojos
por ser los espejos más bellos.

Soberanos de la mirada sincera,
no ocultan trasfondos ni intersticios,
tales por dentro como por fuera
no saben de odios, ni prejuicios.

Nada necesitan disimular,
ríen con extrema facilidad,
del mismo modo suelen desconsolar
siempre plenos de humildad.

Viejos de ingenuos acusados,
innatos predispuestos de piedad,
inocuos, desvergonzados,
fugaces de espontaneidad.

Busca mi adulta desesperación
con asiduidad sus refugios,
por descubrir una simple explicación
al vivir sin artilugios.

Descansa amigo querido

A Taro.

 

 

Y te asestó la parca un día,

Con su traición impredecible,

Para truncar la algarabía

De tu sonrisa invencible.

 

Sospechoso que albergabas todavía,

Cúmulos de sueños e ilusiones

Que sesgó la vieja arpía,

Flagelando tus tendones.

 

Más, no podrá por artera

Socabar en la memoria,

Ni establecer una barrera

En la humildad que fue tu historia.

 

No hallará el olvido escondrijos

Para ocultar tanta bondad,

Pues tendrás longevidad

En los rostros de tus hijos.

 

Ha de bastarnos cual legado,

De los sentimientos tu simpleza,

De tu humor la belleza,

Que por existir has enseñado.

 

Presente, siempre has de ser,

En el fulgor del astro nocturno,

Junto al rocío del amanecer

Y el presuroso andar diurno.

 

Descansa amigo querido,

Que sólo tu cuerpo es inerte,

Pues no ha de alcanzarte la muerte

A quien su vivir ha comprometido.

Amarme... ¿Después?

Después cuando muera el día

y el silencio de todo se adueñe,

después de que mil veces te sueñe

amante... ilusoriamente mía.

 

Después de descifrar cada gesto

y de evaluar todo comentario,

después de aprobar el escenario

y si acaso perdurare tu deseo presto.

 

Después de la sentencia rutinaria,

cuando languidezca el fragor del trabajo,

después de la imaginación sectaria

sino se está, por ende, cuesta abajo.

 

Después del compromiso social

y del acecho de la cultura,

después de cada discusión trivial

sino sugiere el entorno armadura.

 

Después de sobrellevar la apatía

y la musa carente de inventiva,

después de la abulia arpía

sino se antojare la suerte esquiva.

 

Acaso el después te sepa igual,

cual Dios que el tiempo atesora,

o la facultad del poder que avisora

que nos dará tregua el final.

A mi compañera

Acaso resulte una quimera,

pero con palabras yo quisiera,

dedicarte, el amanecer y el ocaso,

o derramar la luna en cada trazo,

sólo por ser mi compañera.

 

Anhelo hallar la frase certera,

mediante la cual pudiera,

rociarte... de fresco roció,

o regalarte el manantial y el río

sólo por ser mi compañera.

 

Sueño, en una oración cualquiera,

descubrir la mágica manera,

de ofrecerte por una vez siquiera,

el verde aroma de la primavera,

sólo por ser... mi compañera.

Columpio

Pequeño espacio misterioso,

en un ir y venir de cadenas,

donde no han de existir las penas

porque se mece el niño gozoso.

 

En este viaje pendular

con montura de madera,

cada cual a su manera

ha de motivarse a jugar.

 

Sonrisas, sin comentarios...

Quizás sea pasajero de aviones

o audaz planeo de gorriones,

o lleve destinos interplanetarios.

 

Es una suerte anhelada

que en cada regreso,

se encuentre con un beso

o con una palmada.

 

Dejen libre su vuelo,

con boleto a la aventura

que no requiere armadura,

pues no ha de llegar al cielo.

 

Que no cesen tus bujes de crujir,

preciado columpio ancestral,

pues en tu regazo,

todos por igual nos atrevimos a reír.

O acaso

Cada día se sonroja

en su inevitable ocaso.

¿Será que del pudor se despoja?

¿O se avergüenza acaso?

 

¿Quizás por antiguos deseos banales,

de cada nuevo amor inconcluso

o por las armas en uso

en nuestras guerras triviales?

 

¿O por los estómagos que mendigan

su precoz oquedad colmar

O por los ancianos que mitigan

Cuando el mendrugo debe clamar?

 

¿Será que Dios quiso

Designar sus señales,

Para que el intenso rojizo

Nos recuerde carnales?

 

¿O acaso yo quiera

Justificar mi delirio?

Como si el ocaso supiera

De cada martirio.

Sueño

Cuán venerable bendición

Es para mi albergarte,

Se empecina contra ti la razón,

Pero el alma en sustentarte.

 

Por imaginario, frágil concebido,

Víctima incondicional de lo real,

Te condena lo vivido

Y me sosiegas por natural.

 

Quizás quiera el destino,

Aplazarte a vana utopía,

Más por osado el desatino,

No serás recuerdo de un día.

 

Por no saber claudicar,

Lo más fiel que he tenido,

Pueden acaso tu honor mansillar,

Más nunca serás prohibido.

 

Calla... siempre… calla,

Que no necesitas estridencia,

En el oído de Dios es tu batalla,

No en el hombre y su ciencia.

 

Y no por silente eres poco,

Sos todo… ¡Todo un sueño!

Quédate aquí con este loco,

Pues sólo yo soy tu dueño.

La Prostituta

Sabe tu piel a desengaños
y sólo te conceden amores paulatinos
hálitos fugaces y clandestinos,
como hace miles de años.

Irradian tus entrañas el placer,
que insensatos solemos requerir
y nos sentimos con el gusto de conocer,
a alguien sin derecho a inquirir.

No eres el fruto de tu mano,
ni siquiera de tu mente,
eres un cuerpo artesano
con audaz talento indecente.

Se guarda en tu almohada,
el secreto irreverente,
y la historia sólo contada,
a una prostituta silente.

Más esconde tu mirada,
lo que pocos han visto,
la lealtad desmesurada,
en la que se mirara Cristo.

¿..........?

De hecho a juzgar no me atrevo,
la matriz de tu argumento
y quizás por eso llevo
las dudas que sustento.

Más no radica allí mi descontento,
no me convencen alegatos ingrávidos,
porque me taladra un pasado funesto
y no concuerdo con los que por vengar son ávidos.

Persuadido estoy de que al menos merecías,
una ley de brazo imparcial
y no como aquella que a escondidas
se convirtió en sedienta y criminal.

Y cual poco se te adeuda
una lápida de final,
un rasguido de cuerda,
un modesto funeral,
un refugio de madera,
una lágrima de madre postrera,
una flor cual compañera
y un escueto epitafio cualquiera.

Que no merezca la vida

Que no merezca la vida,
cuando crea,
que ya todo está dicho,
que no tengo que aprender,
que todo está hecho,
que he dejado de crecer.

Que no merezca la vida,
cuando crea,
que no puedo amar,
que no hay heridas para curar,
que no me atreva a llorar,
que es más fácil no soñar.

Que no merezca la vida,
cuando crea,
que no es importante la lluvia,
que no tiene valor la sonrisa,
que no me apena la angustia,
que no distingo la brisa.

Que no merezca la vida,
cuando crea,
que ya no debo cambiar,
que hay algo imposible,
que no me necesito revolucionar,
que soy imprescindible.

Que no merezca la vida,
cuando crea,
que no es preciso,
creer.

Noche de amantes

Desalojar precioso de castrante armadura,

florecer feliz en corpórea forma

velada ante mis ojos tu fortuna

observo atónito, expectante, sin premura.

 

Tiendo mis manos por tus cabellos a deslizar,

los siento, pequeños, perpetuos, temerosos,

y a su vez sensibles habitantes en gozo,

del amor fugaz a comenzar.

 

Susurros tiernos en frases audaces,

recorren tu cuello mis labios serenos,

ansiada unión de mi pecho y tus senos,

anidar fecundo de nuestro romance.

 

Haz de plata a través de cristales,

conspiración de cuarto en penumbras,

tú irradias la luz que me alumbra,

yo doy desenfreno a tus procesos geniales.

 

Cabalgar sensitivo de cuerpos en reposo,

ondulación sensual de siluetas,

del lecho las sábanas revueltas,

exaltación de sentidos, amor generoso.

 

Prefacio ideal en cada beso,

esparcidos en todas las dimensiones,

cúmulo celestial de sensaciones,

enrarecida la piel, los párpados tiesos.

 

Temblores y suspiros, resonancias de placer,

suspicaz traición de los instintos,

extraña percepción de aromas distintos,

deseos oníricos, propensos a acontecer.

 

Y será tu vergel florido,

derrotero final de mis musas en celo

éxtasis terrenal ascendiendo a los cielos

abrazo postrero de amantes complacidos.

 

Abstraídas las miradas hacia el techo,

respirar en jadeos prolongados,

con fuerza los dedos entrelazados,

renovados “te quiero”, de ansias satisfechos.

Noche de bocas

Se cierne la noche traidora,
alborotando las oscuras madrigueras,
incitando a emerger a las fieras,
que pueblan de odios los amores.

Y en las mansas calles de otrora,
de ideologías hoy desarraigadas
nos aguardan sigilosas y agazapadas
iracundas y atroces... bocas.

Carnosos labios morados,
lengua de razones muda,
macabros dientes afilados
y toda nuestra vergüenza desnuda.

Más cuando los osarios repleten
de violentados huérfanos cráneos
o los anónimos difuntos estercolen
palmo a palmo nuestro terruño
resurgirá el destello de esperanza
alentando a que nada sea olvido,
ni los vanos años de matanza,
ni los hermanos que han desaparecido.

A la noche

Cómplice de amores severos,

mágico sustento de quimeras

te habitan los recuerdos arteros

e irresistibles caricias placenteras.

 

Sabes contener el bullicio,

que el día despilfarra

dejando resquicio de vicio

y acordes de guitarra.

 

Cobijas la tierna historia

que el niño ansioso reclama

para ser el invulnerable guardia

que celoso vigile su cama.

 

Pero te asestamos en el corazón

una rebeldía de mercurio,

un ímpetu de neón

y un ligero temor espurio.

 

Tu magna plenitud me asusta,

aunque eres eternamente bella,

¿a quién de tí no le gusta?,

al menos una estrella.

En complicidad con la noche, mi primer libro

Para explicar la aparición de En Complicidad con la Noche, necesariamente debo relatar un hecho personal y significativo. Como tantos millones de argentinos, en un lapso breve de tiempo, me encontré sin empleo, sin la seguridad de tener un sustento "propio" generado desde mi esfuerzo, para satisfacer las necesidades de mi familia -integrada por Lía, Lautaro, Laureano (mis hijos) y Miryam (mi esposa)- situación que me hizo replantear profundamente en: ¿qué era lo que sabia yo hacer?, ¿qué elementos podría yo canjear por un salario?.

 

Claro, las circunstancias no eran fáciles y acertar la respuesta bajo esas condiciones me significaba entrar en un laberinto, donde la salida era factible de encontrarse, pero no al corto plazo. El hecho se resolvió de una manera impredecible, me encontré trabajando de albañil... no era mucho lo que conocía del oficio, pero me bastaba momentáneamente para sentirme "útil" (quien ha vivido o vive la situación, debe entender a qué me refiero). Afortunadamente esa coyuntura se resolvió rápidamente (5 meses) y me encontré nuevamente prestando mis servicios por una remuneración mensual y para mayor alegría, con un dinero a disposición que no tenía en mis planes.

 

Las circunstancias habían cambiado, pero no mí duda sobre ¿que sabía yo hacer?. Luego de meditarlo, descubrí que no sólo debía tener en cuenta lo que creía "sabía" hacer, sino lo que "quería" hacer. Y surgió la idea de En Complicidad con la Noche. Pocos podían entender, desde luego, porqué destinar ese dinero a un proyecto con escasas posibilidades de éxito económico. Seguramente otros en mi lugar hubieran optado por comprar un scooter o un autito... Bueno, como ves... no fue mi caso. Así es, más o menos, el porqué del libro. Claro que no sólo es eso, porque a su vez necesité de quienes fueran capaces de apostar a un proyecto de remuneraciones nulas. Y es aquí donde debo decir, citar y agradecer profundamente a quienes se sumaron para que fuera posible: a mis padres y hermanos, a mos hijos y esposa, a Jorge Cornejo Fernández y su grupo de estudio. Y mis amigos, por su apoyo en épocas muy difíciles y por haber avalado el emprendimiento: a Daniel Diez, Licenciado en Comunicación Social, que escribió el prólogo de En Complicidad con la Noche, a Gustavo Goñi, Profesor de Bellas Artes de UNR y Fotógrafo profesional, que ilustró la tapa del libro, a Ariel Ananía, Diseñador Gráfico, que aportó la estética del mismo, a Ana Malamud y Miryan (mi esposa) que hicieron la corrección, a Eduardo Wheeler, escritor y poeta, que me asesoró sobre los requisitos legales y el registro de autoría, a Mario Alessandrini, también poeta, que me dió las primeras informaciones de cómo hacer para publicar un libro y a Mari (mi tía) que me ayudo en la venta de los ejemplares.

 

 

Javier Gustavo Girardi
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